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Alo Montesinos, desde su nombre, hasta su peculiar forma de ser y de estar, es propio; cambiante a veces por fuera, pero permanente, constante e indeleble en el fondo. En su adolescencia, tal vez saturado de ver los títulos de sus compañeros de colegio, encargó unas tarjetas de visita que bajo su nombre y sin más datos se leía: “Encantado de haber nacido”.

Adicto al teatro, la literatura, eterno fan de Pepe Rubianes – en se y per se-, añorante sempiterno del cabaret, la revista y la bohemia, está como pez en el agua con personas exquisitamente educadas y que cuidan hasta el límite, las formas, sobretodo si no tienen fortuna alguna.

Amante y practicante del “Iaisser faire, laisser passer”, está convencido de que el tiempo pone a cada cual y a cada quien en su sitio.

A Alo Montesinos se le quiere o se le odia. No es una persona que deja indiferente nunca a nadie porque, como él suele decir: “Nunca tendrás una segunda oportunidad para cambiar una primera impresión”.

Alo es leal en extremo y casi hasta la exasperación en su prudencia cuando habla, o se habla, de alguien en su presencia y amigo, hasta las últimas consecuencias, de los suyos.

Y, como peculiar que es tiene, no uno, sino dos Talones de Aquíles: “Sus Claras”.